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marzo 1980: los hechos
El lunes 24 de marzo de 1980, un
asesino profesional -la Comisión de la Verdad
no logró en su investigación determinar quién fue este francotirador-, por orden del entonces Mayor Roberto D’Aubuisson,
líder de los Escuadrones de la Muerte, dio muerte con un solo disparo
al Arzobispo de San Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez, en plena celebración de la misa, en la capilla del Hospital
de la Divina Providencia de San Salvador. Horas antes,
D’Aubuisson se había reunido con el entonces Capitán Alvaro Saravia, con Fernando Sagrera y con el Capitán Eduardo Avila
en la residencia de Alejandro Cáceres en San Salvador. Cáceres informó a los presentes que Monseñor Romero oficiaría una misa
ese mismo día y opinó que sería una buena oportunidad para asesinar al Arzobispo. Fue entonces cuando D’Aubuisson ordenó
el asesinato de Monseñor Romero y dejó a Saravia a cargo del operativo. El Capitán Avila, al observar que se necesitaba un
francotirador, se ofreció a encargarse de contactarlo por medio de Mario Molina. Los detalles de esta reunión, en la cual
D’Aubuisson y sus cómplices acordaron el asesinato de Monseñor Romero se basan en el testimonio de Amado Garay, entonces
motorista de Alvaro Saravia, quien estuvo presente en la reunión y que fue quien condujo al francotirador en el auto desde
donde se disparó contra Monseñor Romero.
Después de conseguir al francotirador,
por orden del Capitán Avila, Garay condujo al individuo en un volkswagen rojo al Hospital de la Divina Providencia y se estacionó frente a la
capilla en donde Monseñor Romero se encontraba celebrando misa. El desconocido, de barba, le ordenó a Garay agacharse y simular
una reparación. Al hacerlo, Garay escuchó un disparo, volteó y vio al sujeto, quien "sostenía un fusil con ambas manos con
dirección al lado derecho de la ventana trasera derecha del vehículo, sintiendo en el momento un olor a pólvora." Así lo expresó
Garay en su declaración ante la Comisión de Investigación de Hechos
Delictivos el 19 de noviembre de 1987. La bala, un solo proyectil calibre 22, hirió de muerte a Monseñor Romero causándole
una profusa hemorragia.
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