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La vida y obra de Roque estuvo bastante comprometida con la realidad social, pues en cada
uno de sus trabajos el lector puede sentir el dolor de la clase obrera, de los explotados, de los hambrientos, de los guanacos
hijos de puta…
Sus obras en cuanto a numero de libros puede dar un apariencia de ser pequeña, pero en
contenido la grandeza de sus escritos es incalculable, tampoco se puede cuantificar en números fríos el aporte cultural y
legado de Roque a la sociedad salvadoreña, ni a las nuevas generaciones de poetas que surgen bajo la sombra protectora de
nuestro hermano mayor.
Sus trabajos literarios son los siguientes:
Obras: Mía
junto a los pájaros (San Salvador, 1957) La Ventana en el rostro
(México, 1961) El Mar (La Habana, 1962) El turno del ofendido (La Habana, 1962) Los Testimonios
(La Habana 1964) Poemas (Antología, San Salvador, 1968) Taberna y otros lugares, Premio Casa de las Américas (La Habana, Cuba, 1969) Los pequeños Infiernos (Barcelona 1970)
Ensayos: El Salvador (monografía, 1963) César
Vallejo (La Habana 1963) El intelectual y la sociedad (La Habana,
1969) ¿Revolución en la revolución? y la crítica de la derecha (La Habana
1970) Miguel Mármol y los sucesos de 1932 en El Salvador (1972) Las historias prohibidas del pulgarcito (México, 1974)
Obras póstumas: Poemas clandestinos (1980) Pobrecito Poeta que era yo (narrativa, 1981) Un libro rojo para Lenín (1986) Un libro levemente odioso
(poesía, 1988) Los Hongos (poesía, 1989)
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LOS LOCOS
A los locos no nos quedan bien los nombres.
Los demás seres llevan sus nombres como vestidos nuevos, los balbucean al fundar amigos, los hacen imprimir
en tarjetitas blancas que luego van de mano en mano con la alegría de las cosas simples.
Y qué
alegría muestran los Alfredos, los Antonios, los pobres Juanes y los taciturnos Sergios, los Alejandros con olor a mar!
Todos extienden, desde la misma garganta con que cantan sus nombres envidiables como banderas bélicas, tus nombres
que se quedan en la tierra sonando aunque ellos con sus huesos se vayan a la sombra.
Pero los locos,
ay señor, los locos que de tanto olvidar nos asfixiamos, los pobres locos que hasta la risa confundimos y a quienes
la alegría se nos llena de lágrimas, cómo vamos a andar con los nombres a rastras, cuidándolos, puliéndolos como
mínimos animales de plata, viendo con estos ojos que ni el sueño somete que no se pierdan entre el polvo que nos halaga
y odia?
Los locos no podemos anhelar que nos nombren pero también lo olvidaremos…
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